6.1.09

Los Reyes Magos, ¿márketing emocional o viral?






A todos, llegados una cierta edad, esto de los Reyes Magos y las Navidades, pasada la crédula ilusión infantil al respecto, no nos interesa demasiado... Hasta que tienes hijos o sobrinos (como es mi caso). Entonces, tu opinión sobre la Navidad cambia, y ya te han atrapado.

Las emociones de tus propias Navidades pasadas vuelve acompañando a ese maldito niño interior que se ha despertado al conjuro de la infancia de tu retoño. Y te propones que ese niño (el de verdad, no el tuyo interior, o tal vez a los dos) no le va a faltar de nada esa Navidad, va a ser una Navidad mejor que las que tú recuerdas. Y a gastar, que es de lo que se trata. Si Papa Nöel es un invento de la Coca-Cola, ¿no podrían ser los Reyes Magos obra de El Corte Inglés? Eso es márketing emocional, aprovechar tus emociones para venderte.

A su vez, el niño, los primeros años, no entiende nada de la performance que se monta alrededor suyo todas las Navidades, pero en cuanto pueda, por imitación, hará lo mismo, ya se sabe que una tradición es algo estúpido que se hace sólo porque lleva 400 años o más haciéndose. El nuevo niño ya forma parte de la cadena, pasando el testigo de una fiesta brutalmente consumista a las nuevas generaciones, que a su vez intentarán amplificar las Navidades de su descendencia. Esto debe ser márketing viral, o parecérsele.

Si es que a veces, creemos que por ponerle nombre a algo lo hemos inventado nosotros.

A la calle a fumar, como todo el mundo






Y yo que creía que se estaba pasando conmigo no dejándome fumar en casi ningún sitio, pues hay quien lo tiene peor, yo por lo menos en mi casa puedo fumar.

Obama fuma, fuma poquito, unos siete u ocho Marlboros diarios y aunque se haya hecho el propósito de todo buen fumador todos los primeros de año, visto lo visto seguirá fumando. Pero no en su nueva casa, que es, como todos sabemos, la Casa Blanca, zona libre de humos, de los del tabaco, que otros muchos malos humos sí que se han permitido allí hasta su llegada.

Y si Obama, uno de los hombres más poderosos del mundo, se tiene que ir a la calle a echar un pitillito, habré de aceptar con resignación el tener que hacerlo yo, qué remedio.