30.1.06

Diabólica publicidad

La verdad, mi relación con la publicidad es bastante ambivalente. Por un lado, me fascina su gran capacidad para influir en las decisiones de la gente de diversas formas; por otro lado, me fastidia precisamente esa capacidad de influir en nuestras decisiones.

No me considero(lo mismo peco de necio al hacerlo, no lo sé) una persona fácilmente influenciable por la publicidad. También reconozco que pongo medios "profilácticos" de por medio, evito la TV en la medida de lo posible, las emisoras de radio que suelo oír no emiten apenas cuñas publicitarias, al ir al cine calculo los minutos de anuncios comerciales (no trailers) que me van a obligar a ver antes del comienzo para no tragarme demasiados... En fin, hago lo que puedo.

Todo esto viene a la cara de tonto que me se me quedó este fin de semana, cuando, devorando un buen artículo, entretenido, satisfactorio en un suplemento semanal, pasé una de sus páginas.

Con el suplemento abierto por la mitad, en la página de la izquierda continuaba ese artículo que tanto estaba disfrutando; en la página de la derecha, un anuncio a página completa sobre una crema cosmética femenina, que no es precisamente una de mis pasiones (a no ser que haya sido previamente aplicada en moderadas cantidades sobre una fémina de buen ver). El anuncio no mostraba más que un par de leit motifs en letra diferenciada, una foto del envase junto al vegetal del que se supone que se extrae el principio primordial y milagroso que hace fantabulosa a la dichosa crema, y un texto más amplio en letra más pequeña.

Avasalladoramente, el anuncio se apoderó de mi atención por unos breves instantes, hasta que me forcé a reaccionar y pensé: "¿Qué estás haciendo?". ¡¡El producto no estaba dirigido a mí, estaba interrumpiendo una lectura placentera, estaba siendo manipulada mi atención, yo no quería ver ese anuncio!! Y además, podía elegir entre verlo y no verlo.

Todo esto me ha recordado el tremendo respeto que hemos de tener a la influencia de la publicidad sobre nuestras vidas. Sobre todo cuando los publicistas, conocedores del desprestigio de la publicidad actual, están aplicando nuevas técnicas como el márketing emocional (ya no se vende el producto, sino las emociones que éste nos proporcionará), el márketing viral (nuestro tradicional boca a boca, pero de pago; se paga o se les proporciona gratis el producto, además de a deportistas o a artistas, a personas normales, líderes de opinión en un círculo más o menos amplio) y otras variantes del mind-fucking, lavado de cerebro o como lo queramos llamar.

No sé a vosotros, pero a mí, todo esto, me preocupa.